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martes, 12 de octubre de 2021

LICENCIA PARA MATAR

 
















































La licencia de locutor  desapareció  en el sexenio salinista para que no hubiera ninguna limitación para aquel que tuviera un micrófono, de ganarse un dinero con tal de hablar bien del Presidente en turno, con lo que se terminó con los exámenes  que a los  evaluadores les servía de  corruptelas, y que estaban elaborados con cuestionarios inútiles  sobre datos que sonmejores tener en el papel que en la memoria, pero que sobre la ética y el conocimiento para defender el derecho de expresión, no se evaluaba al respecto.  Sin embargo,en el sexenio del Presidente Carlos  Salinas de Gortari, al no existir la tecnología y los medios electrónicos que dan voz sin tener que depender de un concesionario, es que el gobierno sustituyó la licencia por el visto bueno de la secretaría de gobernación para el locutor o  comunicador que quería imponer la  radiofifusora, además de las cámaras de la industria y sindicatos que lo deberían acoger. Las licencias de tipo A y B, que  se expedían como los permisos de manejar a los traileros (con el respeto que me merecen a los que se dedican al arte del buen manejar), tenían como requisitos que el portador cubriera estudios máximos  de preparatoria o bachillerato para la A y los mismos estudios pero como mínimos para la B, así que la licencia para los  parlantes, no era una garantía de que verdaderos estudiosos posaran frente a un micrófono. Cuando las universidades y escuelas de periodismo vistieron lo que es un oficio con  el grado de licenciatura para fomentar la "licenciatitis" de clases aspiracionistas y su sueño de colgar un titulo en la pared, fue que contar con una licencia o un certificado de locutor, ni siquiera era un símbolo de estatus ante el título avalado por la Secretaría de Educación Pública y el diploma universitario. Sin embargo tal situación académica tampoco resultó un filtro certero para la llegada de mejores locutores, pues en la práctica  se sigue presentando  como en antaño,  que los mejores locutores y comunicadores, resultan quienes están mejor preparados por medio de  otras profesiones y con la solvencia de una  cédula profesional, así como  aquellos otros que tienen la habilidad y el talento para comunicar. Asociaciones que nunca abordaron la problemática de la corrupción en los medios de comunicación, trataron de sustituir en negocio de las licencias, por los cursos, luego por las certificaciones fantasmas y por los reconocimientos pomposos. El Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador ha sido claro en el no retorno de las licencias de locutor, situación que ha sido acertada para lo que resulta ser un oficio antes que una profesión, aunque el comunicador tenga que apoyarse para su ejercicio, en diferentes profesiones para su mejor desempeño. Es decir, señalar al periodismo, a la locución y a la comunicación como una carrera profesional, sería tanto como abrir una asignatura para estudiar la carrera de Presidente  de la República en vez de exigir para su mejor preparación, que quien quiera aspirar a ser  Presidente, estudie cierto tipo de asignaturas que le otorgan otras carreras. La fuente histórica nos brinda la razón de que los  comunicadores y locutores más reconocidos en el siglo de la radio en México, en su mayoría son abogados, historiadores y artistas, y los más famosos  que en su mayoría estudiaron periodismo o ciencias de la comunicación,  de  forma dudosa y  para justificar su presencia en los medios, la mayoría han sido notoriamente   corruptos y su desempeño en los medios, ha sido precisamente lo que ha desatado la polémica y el pretexto que favorece a ciertos grupos "lucrativos", de que regrese la licencia de locución. La máxima  pronunciada en este sexenio es sencilla y acertada,  y consiste, en que "los medios se regulen con los propios medios" y que sea el público receptor quien apruebe o repruebe con su atención y sintonía a su locutor de preferencia, y mientras tanto, que los chayoteros, payoteros y grupos de interés, sigan fomentando de manera inútil ante un radioescucha que cada vez es más radioparticipante, que "los teacher" son aquellos que sirven al poder mediático infiltrado y que están lejos del periodismo sanamente independiente, aunque no sea así. En conclusión, el nivel de la locución no depende de un documento sino de una selección de personal por parte  del medio que contrata, que debe buscar un buen comunicador y no un vocero servil del sistema, depende del propio locutor que tiene que exigirse una carrera profesional seria y alterna a su ejercicio informativo y a su oficio,  y sobretodo depende de la selección del oyente al momento de sintonizar a su trasmisor.