El mensaje direccionado de la televisión, comienza desde las primeras horas, aunque históricamente ha sido la programación matutina la que se realiza para un público mayormente subestimado que el nocturno, y cuya base histórica fue diseñada para las amas de casa con consejos aspiracionales que se limitaban a alcanzar la meta de ser un indicativo de la moda o la mejor cocinera. Al cambiar el rol social y laboral del televidente matutino y el aumento de televidentes varones y de edades diversas, la sustancia televisiva de las mañanas se extendió en una esfera mayor, y entonces los contenidos cambiaron, y de las recetas se pasó a los chismes de la farándula o a la dinámica de transmitir juegos estúpidos entre famosos y la fomentación de la subcultura extranjera. En la televisión, el cuidado de vigilar las ideas expresadas estaban apegadas a la demanda de los patrocinadores y de los intereses empresariales que se fueron adueñando de los bienes del Estado, incluyendo las concesiones de los medios de comunicación, situación que se mantiene hasta el momento. Los caprichos presidenciales de censura, que eliminó al programa "HOY MISMO" para convertirlo en "HOY", debido a la retransmisión de una entrevista de un líder sindical, que era enemigo del mandatario impostor en turno, han desaparecido y se han convertido por parte de presidencia y ahora se han convertido en reproches fundados al sistema neoliberalista, mediante un espacio mañanero en donde de viva voz informa el propio Presidente de la República ante un ejercicio transformativo de la vida pública del país y la regeneración del gobierno, inspirado en que antes de llegar a la presidencia era un perseguido por las instituciones y por las televisoras al servicio de la descomposición del Estado. Ahora comunicadoras inteligentes y de virtudes interesantes como Karla Gómez, resultan ser herederas de una nueva programación pero no de una nueva televisión, que sigue quitando libertades a la expresión inteligente y limitando a aquellos que los dota de un micrófono, supeditando al talento de quienes en ellos participan, situación que debe cambiar con una estrategia de gobierno que no se base en la requisa sino en la estructura de canales de comunicación del gobierno, que puedan llegar a ser tan competitivos como las televisoras privadas y hagan de la programación pública un espacio idóneo para comunicadores capacitados al cambio progresista, del cual urge inyectar a la televisión mexicana, no solamente en la recuperación de valores de toda índole, sino en la propuesta de entretenimiento para sus receptores.Más
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