ALGUIEN TIENE QUE DECIRLO.- La cultura política en México se
basó en el presidencialismo absoluto, al mandatario se le nominaba como jefe de la
nación cuando no es el mandante y lo consideramos la autoridad máxima cuando
el poder judicial que sí lo es, solamente le servía de mandadero al Presidente, quien por otro lado, sin distinción de
competencias y jurisdicciones, el pueblo se acostumbró de señalar al titular
del ejecutivo federal como el causante de sus bienes y de sus males, y culpable desde que no se hubiera cambiado una coladera
en la cuadra hasta de que no subiera el
salario mínimo. Y es que la comodidad de la sumisión por la no participación ciudadana, permitía cubrir la ignorancia con la frase “Por
eso pago mis impuestos para que el gobierno me solucione todo”. Pero ante el derrumbe del presidencialismo dictatorial y del presidencialismo servil paraempresarial, por la llegada de un
presidencialismo adecuado a sus responsabilidades y atribuciones constitucionales
y no a la fanfarronería, es que salen muchas situaciones al descubierto, en el
juego del sexenio actual, consistente en “fuera máscaras”, que nos permite conocer la verdadera dimensión de aquellos
que utilizando al periodismo como una actividad mercantil o de privilegios, se
decían llamar “teacher” cuando no solamente se basaban en la corrupción para sus fines extra periodísticos sino también en
la ignorancia. Ahora es cuando el espectador puede apreciar como las "vacas
sagradas” se derrumban, aún cuando muchos consideraban a Carmen Aristegui como una
periodista sin intereses y que ganó mucho prestigio por la censura que le impuso
Peña Nieto durante su sexenio, pero que poco se habló, de los chantajes que la periodista le realizó a Felipe Calderón, en donde Aristegui se decía perseguida como hoy lo hace Carlos Loret de Mola, y los chantajes que también le trató de realizar al propio López Obrador,
en donde consideraba tendría privilegios y que no fue así, al grado de que volvió a
salir de la televisión abierta, al determinar GRC, nada más tenerla en sus
frecuencias de radio en el FM. Tampoco
podemos dejar de nombrar a Cristina Pacheco quien todavía es vividora de la
televisión pública en este sexenio, y que con su programa “Aquí Nos Tocó Vivir”, ha logrado un clásico en el canal 11 y la
admiración del televidente de corto análisis, cuando la periodista es parte
de la más alta esfera política de este país y funcional para el pensamiento colectivo que le favorece al gobierno. El apellido real de Pacheco es “Romo”
pero adoptó el apellido “Pacheco” por su esposo José Emilio
Pacheco, un intelectual orgánico y cómplice los sexenios priístas, al formar un grupo de intelectuales denominados “la generación de los
cincuenta” para que toleraran con supuestas críticas severas, las determinaciones
presidenciales, incluyendo la matanza
del 68 y la creación de nuevos intelectuales del sistema , después de los crímenes
al estudiantado mexicano. La esposa de Emilio Pacheco, Cristina, sin haberse
dedicado a los medios de comunicación, fue ingresada a ellos en el sexenio del
genocida estudiantil, Díaz Ordaz, para convertirla, supuestamente en la madre del periodismo
civil o de banqueta, que retrata las costumbres, los hábitos, la manera de vivir de los mexicanos, con entrevistas a obreros, campesinos, afiladores,
carniceros, sastres, taqueros, músicos, etc, etc, etc y más etc; pero estando cerca de estos personajes y con
las cámaras de una televisión pública, ni por ocurrencia o coincidencia les
llegó a preguntar ni les pregunta, qué opinan de su Presidente, qué piensan de
México, de la Justicia Social, de cómo debe ser el progreso de una nación, y en cambio sí alentaba y alienta al
conformismo, a la resignación de que los pobres deben siempre ser pobres, a asumir ya no
tener oportunidades y de simplemente
aceptar como sociedad mexicana que aquí
nos tocó vivir. Más en www.somoselespectador.blogspot.com