La corrupción logra colarse en todas partes y en cualquier
parte del mundo, pero en alta escala y a una magnitud de desmantelar el patrimonio
nacional, es que ocurre en México, lo que comenzó en una etapa empresarial, en el sexenio de Miguel Alemán, sin imaginar que a él y a
sus sucesores los superaría López Portillo, y cuando parecía que ya no
podía existir más grados de corrupción,
llegó Salinas, Fox, Calderón y Peña, y a la par de ellos, líderes sindicales, de asociaciones, de sociedades, cámaras y todo tipo de agrupaciones de la Sociedad Civil. Y así hasta invadir todo, incluso aquello
que parecía intocable como lo son las fuerzas armadas. En todo este sembradío, los locutores no podían
ser la excepción, al formar parte de la sociedad misma, en crisis de valores. Ante tanta podredumbre encabezada por un sistema político, y por todos los costados, es que llegó a ocurrir todavía algo peor, que fue acostumbrarnos a la
actividad inmoral para obtener ganancias, entonces el locutor, el programador,
el director y concesionario, se
acostumbraron a observar y formar parte del pasaje de la transa, al grado de que la acción de pagar porque se programara un tema musical y aparte decir que se programaba por
petición telefónica de los oyentes, ya era un requisito aceptado y normalmente visto-.
Lo mismo ocurría con los Premios pagados, en donde el artista perdió la
dignidad, la honra, la autoestima, al
conseguir preseas con "código de barras", y con menor esfuerzo que tumbar
con un rifle una figurita en la feria. Un elemento elegante de la corrupción, es fingir, engañar, mostrar lo contrario de lo que es y de lo que se
piensa, las críticas zotaneras y no la confrontación de ideas productiva y
frontal, el montaje social de bailar dentro de un mundo perfecto en donde el
nivel de comunicación se caía en pedazos. El día de la locución señala en el calendario una fecha festiva para el gran banquete, como ocurre con el día de los novios o del compadre, ya que "la formación deformada" no
buscaba treguas para reflexionar, sobre el derecho de ser informado apabullado
ante la compra de medios al servicio del sistema, y sobre el derecho de
informar, censurado y cortado ante la muerte de informadores, en un marco
terrorista material y también formal nacido del micrófono. Tuvieron eco, opiniones que demandaban la necesidad de crear la carrera de periodismo
y luego de ciencias de la comunicación y de elevar a licenciatura la locución, cuando quienes han dado la cara por la locución y el
periodismo en el panorama de ayer y hoy, no han sido ni locutores ni
periodistas, sino estudiosos de otras ciencias, con títulos universitarios en
otras asignaturas de mayor preparación que el periodismo, ya que primeramente,
es importante que se reconozca al periodismo como un oficio que debe ser alimentado
por diferentes conocimientos y no con un curso con título académico, que sirve de
salida fácil de justificación documentada, para aquellos que no tuvieron la capacidad de concluir una carrera
universitaria. También se ha señalado la necesidad de contar con una licencia
de locución, para ganancia de quien esté autorizado de expedirla, -porque tener
licencia no implica ser un buen automovilista, en el caso de las licencias de
manejar-,y lo mismo ocurre en el caso de quien tiene la responsabilidad de estar
frente de un micrófono, ya que la licencia no
es un documento mágico que garantice calidad, ya que lo que garantiza la
legitimidad frente a un micrófono, es la honestidad, la escala de valores, el
talento, la vocación, y la preparación a base de conocimientos empíricos y científicos
producto de una carrera estructurada, tal y como quien aspira
a ser Presidente de la República, que no estudia para ser Presidente, sino que
se basa en una preparación académica que lo haga competitivo para dicho
resultado. Aquellos locutores que contaban con su licencia de locución al final
se asemejaban a aquellos que no la tenían, o quiénes de ellos se distinguían
por alzar la voz ante la muerte de comunicadores, ante
los fraudes electorales que ha vivido nuestro país, ante los saqueos de sistema
dictatorial presidencialista, quiénes honraban un micrófono para oponerse al
mal gobierno y quiénes lo honran ahora, para evitar la resistencia de la
corrupción y despegarse de lo que cada vez resulta más difícil mantener como
modo de vida ante la falta de subsidios abusivos y desvíos de recursos que
lograban la conformidad de la mayoría del medio de la comunicación y la
locución, que obtenían altas ganancias, y sustituían con sus egos, su falta de responsabilidad de cumplir cabalmente con las necesidades, derechos y exigencias de la
audiencia. Los medios de comunicación, y el nivel de quienes lo forman, es la
primera evidencia de que tan progresista, desarrollado, honesto y democrático
es un país. Y en el caso de México, en donde tal situación es evidente, por eso en la
mayoría de los casos en que se asignan días para recordar ciertas cosas, la
mayoría de los inconscientes festejan y los conscientes, solamente conmemoran. Ante el
recuento de los daños, más que festejar debemos conmemorar “El Día del Locutor”.
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